Soñando uno de tus sueños

Blog de escritura, dibujo y delirios varios

Recuerdos que no quiero olvidar


Puedes escuchar el fic narrado por mí en:

Mientras Aiya se acomodaba en su nueva casa, Toji ayudó con algunas cosas, más que nada, a mover muebles y a acomodar las cosas grandes. No era mucho lo que había comprado para empezar, pero estarían bien de esa manera por ahora. Toji, al mover la heladera, vio una foto tirada en el suelo que levantó con curiosidad. Eran dos personas, una niña y una mujer muy parecidas entre sí.

—¡Ah! La encontraste —dijo aliviada al ver que él tenía la foto en la mano. Él la miró como preguntando con la mirada quienes eran—. Soy yo. Y mi mamá. Es una de las últimas fotos que nos tomaron juntas. Creí que la había perdido.

—Casi parecías bonita —la molestó sonriendo de medio lado mientras ella le daba un golpecito en el brazo.

—Trae una foto y comparemos. Seguro te veías igual de niño —lo desafío acomodando la fotografía en la heladera.

—No hay ninguna.

Toji no dijo más nada. Entre los Zenin, Toji era un error, sólo eso y nada más. Su familia siempre le hizo saber eso y quizá, solo lo mantenían para su plena diversión. No podía decir que alguna vez tuvo una buena relación con su madre — aunque, de todas las personas era quien mejor lo trataba—, su padre o el resto de su familia, razón por la que terminó dejando la casa pronto. La calle era mejor que cualquier habitación lujosa del clan.

Aiya, tras eso, empezó a abrir cajas hasta que dio con lo que buscaba. Era una vieja Polaroid que todavía funcionaba para tomar algunas fotos. Ella sonrió y se acercó a Toji agarrándolo de la mano y haciendo que se sentara. Ella se sentó sobre su regazo para que ambos salieran en la foto.

—Sonríe —dijo apuntando la cámara hacia ellos y tomó la fotografía.

Tomó emocionada el papel que salía de la cámara y lo agitó hasta que la foto pudo verse y torció los labios con frustración.

—Oye, puedes hacer una expresión mejor que esa —dijo frustrada al ver la mueca de la foto. Aiya volteó y apretó las comisuras de sus labios hacia arriba—. Sonríe.

—¿Para qué quieres que sonría? Es sólo una foto —dijo quitando las manos de ella de su rostro.

—Tienes una linda sonrisa y puedes hacer expresiones mucho más sexys que ésta —se soltó y le mostró la foto de nuevo. Fue cuando tuvo una idea. La mujer sonrió triunfal y aprovechando que estaba encima de él, pegó su pecho al de Toji y lo besó. Fue una dulce superposición de sus labios contra los de él, saboreándolos. Toji la agarró de la cintura y en cuanto ella lo dejó, aprovechó y le tomó la foto justo cuando hizo aquella expresión pícara que tenía cada vez lo que besaba—. ¡Ah! Ahora sí te ves más galán —dijo riendo de su travesura— mira esa sonrisa de placer.

—Dame eso —intentó quitarle la foto después de ver con cierta vergüenza la expresión de su rostro.

Aiya saltó al suelo y se negó a entregársela.

—Me gusta, así que me la quedaré —dijo feliz y él comenzó a perseguirla hasta acorralarla contra la pared. Ella, sonriendo, guardó la foto entre sus pechos.

—¿Crees que tendré miedo de tomarla? —se burló él agarrándola de la cintura y apretándola contra su pecho encorvado.

—No lo sé, ¿Lo harás? —lo desafío.

La risa socarrona de él fue rápidamente apagada con un beso. Aiya lo rodeó con los brazos por el cuello y él se movió hacia su pecho quitando la fotografía y tirándola al piso. Sólo después de eso la agarró de los muslos y la cargó en su cintura, yendo hacia su habitación.

******

Después de haber tenido sexo, Aiya dormía. Toji pasó su brazo por la cabeza y la miró un momento. Corrió el cabello que caía salvaje sobre su rostro y cubrió sus hombros con la manta.

—Eres peligrosa, mujer.

—¿Por qué? —musitó con sueño, levemente despierta después de que él la tocara.

—Vuelve a dormir —ordenó rodeando su cintura y apoyándola en su pecho, comenzó a acariciar su espalda con suavidad y sin hacer ruido, ella pronto se quedó dormida de nuevo.

Toji suspiró con alivio de que se durmiera y no tuviera que explicar más. Él tenía miedo de estar acostumbrándose demasiado a ella y querer algo que jamás podría tener.

Al rato, él se dio un baño y se fue. Aiya quedó durmiendo sin saber en qué momento se marchó.

La primera vez que lo hizo se molestó. A ella no es que le fascinara la idea de tener relaciones con alguien y despertar sola en la cama o el futon. No parecía ser un problema para Toji y después de un tiempo, se dio cuenta de que tarde o temprano volvía. Aunque últimamente la visitaba más seguido.

Al levantarse, Aiya fue a darse una ducha, ignorando el hecho de que despertaba sola en la cama. Luego, fue a terminar de ordenar las cosas y vio la fotografía de Toji sonriendo tirada en el suelo, justo donde él la dejó antes de llevarla a la habitación. Ella la levantó y buscó la otra que se habían tomado juntos para pegarlas en la heladera y no la halló, quedándose sólo con la de él.

—¡Qué extraño! —murmuró. Estaba segura de que la había dejado junto a la cámara y tras sacar los almohadones del sillón, no vio nada, quedando frustrada. No le dio importancia de momento y decidió seguir con sus tareas.

Terminó de ordenar todo lo mejor que pudo, aunque algunas cosas le quedaron pendientes, y luego, fue a cambiarse. Su trabajo de mesera no le era suficiente para mantenerse, así que después de probar varias opciones, terminó aceptando ser acompañante. Su cliente le había proporcionado un bonito vestido para salir esa noche y por alguna razón, no dejó que ella lo pagará o lo descontara de la factura total. Era como un regalo. Y Aiya lo aceptó sin preocuparse demasiado por ello. Su jefe le había advertido que podría tener clientes con peticiones extrañas, pero mientras no fuera nada íntimo ni requiriese contacto sexual, ella podría aceptarlo. De lo contrario, corría el riesgo de perder su trabajo. Y era una de las razones por las que lo había aceptado.

Aunque no tenía nada serio con Toji y era una relación rara, Aiya no tenía interés de estar con ningún otro hombre.

Se puso el vestido y se arregló el cabello recogiéndolo en unas trenzas, ocultando las mechas de colores para lucir un poco más seria. Luego, con las trenzas formó un rodete y lo adorno con un broche de flor plateada. El vestido era hasta los tobillos, con un buen escote y los breteles de tirantes que dejaban al descubierto sus hombros. Aiya revisó su armario, no tenía nada que combinará con el vestido así que tuvo que descartar la idea de cubrirse un poco más.

Tomó un bolso negro y después de guardar su teléfono y algunas otras cosas, salió hasta el local donde se verían.

Al llegar, dio el nombre de su acompañante y enseguida le dieron acceso a la sala VIP. Era uno de esos pubs de élite al que ella jamás podría acceder si no era de esa manera. La sala donde estaban era ligeramente iluminada. La barra era atendida por un hombre muy bien vestido, quien hacía unos tragos en ese momento. Luego, veía sillones y mesas muy bien dispuestos y guardando distancias para no molestar entre los clientes.

Aiya reconoció a su pareja y se dirigió hacia él, saludando con una sonrisa y disculpándose por la tardanza, se sentó al lado de su pareja, Matsumoto Kenichi, el hombre que la contrató para acompañarla en aquella ¿junta? Aiya no tenía mucha idea de qué era la reunión, sólo se le había requerido que actuara de manera elegante y sofisticada. Era algo que podía hacer, además, tampoco tenía que hablar mucho, sólo sonreír y reírse de alguna broma de él. Nada extraordinario. Era el trabajo perfecto y con una excelente paga, tanto así que pensaba muy seriamente dejar de trabajar como mesera para dedicarse pura y exclusivamente a ello.

La velada sucedió tal y como ella lo esperaba. Se aburría, pero no es que pudiera decir nada cuando era su trabajo. Sólo tenía que correr de vez en cuando una mano traviesa que la tocaba y ella de manera disimulada la quitaba de sí o hacía algún gesto para sostener su mano quieta. Quizás, sería su única queja de la noche.

Del otro lado del salón estaba Toji. Ella aún no lo había visto y siendo sinceros, él no la reconocía a pesar de que la estaba viendo. Toji tenía pésima memoria para los nombres y para las caras… él no era capaz de reconocer a nadie.

Gracias a los traumas de su niñez, Toji jamás había logrado percibir un rostro. El mundo estaba lleno de gente extraña a la que no importaba si él distinguía o no: todos eran exactamente iguales a su parecer. Sin embargo, solía arreglárselas con algún otro método para reconocer a alguien.

De todas formas, su vista quedó enfocada en ella, sabiendo que esos movimientos los había visto antes. Toji tenía en mente que era el tipo de mujeres con las que él pasaría la noche y se distraía un poco de la conversación que tenía con su empleador. Éste le ofreció un puro que Toji rechazó. Tampoco bebía alcohol por la simple razón de que odiaba no poder emborracharse, sólo comía los bocadillos que habían pedido mientras charlaban. Pronto, tendría otro trabajo como sicario y esperaba cobrar bien por ello.

Mientras, Aiya se levantó de su asiento y su pareja la acompañó. Iban a salir a tomar un poco de aire después del ambiente sofocado del lugar. Matsumoto tomó a Aiya de la cintura y la siguió muy de cerca, sin quitarle las manos de encima. Fue entonces cuando Toji se puso de pie, reconociéndola al sentir su aroma e intervino. Había algo que le molestaba profundamente al ver que ella iba tan cómoda al lado de otro hombre que no fuera él. Por un momento, sintió algo extraño, como si ella fuera capaz de cambiarlo por cualquier otro tipo con mejores modales que pudiera vestirse bien o llevarla a sitios caros. Él no podía hacer eso. Tampoco le interesaba hacerlo, pero le pasaba por la mente aquella molestia que no podía quitar del foco de atención.

—¿Toji? ¿Qué haces aquí? —preguntó ella sorprendida al encontrarse con él.

—Lo mismo te pregunto —sentenció con un leve tono de molestia en la voz. Aiya le sonrió a Matsumoto y agarró del cuello a Toji haciendo que se encorvara ante ella.

—Estoy trabajando, así que no hagas lo que sea que estás por hacer —le dijo frunciendo el ceño. Lo soltó y alisó las caderas del vestido alejándose de él.

Toji pudo ver cómo la mano de Matsumoto se posaba en la espalda de ella y entonces, la siguió, cargándola en sus brazos y alejándola de golpe de su cliente.

—¡Bájame! Esto no es de tu incumbencia —le gritó sumamente enojada, golpeándolo con el bolso repetidas veces sin lograr algún efecto en Toji.

Matsumoto hizo un poco de escándalo, sin saber qué hacer ante la situación. Enfrentarse a Toji no parecía ser una buena opción y sincerarse de que era una mujer que había contratado mucho menos. Lo siguió unos pasos, pero pronto, la puerta los separó y no hizo más nada por alcanzar a Aiya.

—¡Bájame! Estoy trabajando.

—¡Te pagaré!

—¿Con qué? Si no tienes donde caerte muerto —respondió ella—. Te voy a morder si no me bajas —amenazó y al salir, Toji apretó la espalda de ella contra la pared.

—¿Qué? ¿Prefieres que ese tipo te toque?

—¿Qué?

—Si prefieres que ese idiota te toque.

—¡Por supuesto que no! —gritó ella enojada.

—¡¿Por qué no?!

—¡Porque me gustas tú, mastodonte imbécil! —gritó en respuesta indignada y molesta.

—¿A quién le dices mastodonte imbécil, pequeña puta?

—¿Cómo que puta? Eres un idiota.

Discutieron los dos entre insultos que no llegaron a ningún lado, incluso, dejando de lado la confesión de Aiya.

Ella mantenía sus sentimientos a raya y jamás se confesó a Toji porque lo conocía. Sabía que él solo buscaba sexo casual y un sitio donde quedarse eventualmente, pero nada serio. Y ahora…

—Ya, me voy —dijo ella antes de responder otra cosa.

Está vez, él cedió sin decir nada. Toji no sabía qué decir, Aiya tampoco, tan sólo pensaba en que había arruinado todo y que seguramente, no iba a volver a verlo después de esa noche. Se intentó convencer de que no importaba y empezó a caminar. No tenía intención de volver a su cita ni tampoco, volver con Toji. Lo arreglaría en la mañana, por ahora, sólo deseaba llegar a casa y olvidarse de todo lo que había pasado.

—Aiya —la voz fuerte y grave la hizo mirar sobre su hombro, más no detenerse. Ese tono del rugido de la cascada de Kegon era algo que le encantaba oír, pero no ahora—. Espera.

Ella se detuvo al sentir la mano fuerte y áspera sobre su muñeca. Aiya respiró profundo y volteó a ver a Toji con ojos cristalinos.

—¿Qué quieres?

Toji sintió un nudo en la boca del estómago y de nuevo, esa sensación de que ella se iba a ir lejos se volvía tangible y posible, estaba tan cerca que se frotaba en la punta de sus dedos.

Ninguno de los dos dijo nada. Aiya tembló por el aire frío y el estúpido vestido descubierto que llevaba puesto.

—Si no tienes na-…

Aiya quedó muda cuando él la estrechó en un abrazo. Toji estaba cálido, él siempre estaba cálido. Sus brazos macizos se ceñían sobre su talle y la cubrían por completo. Aiya no sabía cómo controlar sus explosivos sentimientos y aunque lo intentó, las lágrimas fluyeron como la corriente de un río sobre sus mejillas.

Él no dijo nada después de eso y cuando Aiya se calmó, comenzaron a caminar hacia la casa de la mujer en silencio. Él no sabía cómo reaccionar a todo eso, tampoco tenía idea de qué decir o que eran aquellas sensaciones que se sucedían en él. Así que al llegar a la casa no tenía nada más qué hacer que marcharse.

—Me voy.

Aiya lo detuvo agarrando su brazo.

—¿No te quedarás conmigo esta noche? —preguntó en voz baja. Tenía una mínima esperanza de retenerlo y que pudieran hablar apropiadamente, pero sabía que ella debía dar ese primer paso o él guardaría todo para sí mismo.

—¿Quieres que me quede?

—Por supuesto, imbécil. No te lo pediría si no.

—Pequeña puta, háblame bien.

Aiya abrió la puerta tras sentir esa pincelada de normalidad con él y un poco de alivio acarició su corazón.

Ella entró y Toji la siguió quitándose los zapatos y yendo hacia el sofá. Aiya fue a la heladera, sacó unas cervezas y fue con Toji. A pesar de que aborrecía el alcohol, nunca le decía nada cuando ella lo invitaba a beber, sólo lo hacía.

—Toji —lo llamó tras abrir la lata y sentir el sonido del gas saliendo. La vista de él se concentró en la mujer—. Olvídate de lo que dije esta noche.

—¿Por qué?

Aiya dio un buen trago a su cerveza, sonrió y acomodó su cabeza sobre el brazo de él.

—Sólo haría todo más difícil.

Él, le quitó la cerveza y la dejó junto a la de él. Luego, la agarró de las piernas haciéndola caer de espaldas en su regazo y brazo, inclinándose hacia ella. Ahora, estaba atrapada entre sus piernas, su torso y él, no dejaba de mirarla con esos ojos que parecían querer profundizar mucho más en ella, pero seguía sin encontrar las palabras para hablarlo.

—¿Te molesta que sea difícil?

No estaba segura si Toji se refería a lo mismo que ella. Y ahora, como nunca, veía la ansiedad en esos afilados ojos verdes que no perdían puntada de ella. Aiya abrió la boca, pero las palabras no salieron, apretando los labios antes de respirar profundo y volver a hacer el intento.

—En realidad, me asusta —se sinceró con él—. Fácilmente puedes desaparecer y ya.

La expresión de él cambió a una de sorpresa. Lo cierto es que no había forma de encontrarlo si él simplemente decidía marcharse y no regresar. Por esa misma razón, Aiya tenía todas las de perder con él.

Toji se rascó la frente, se frotó la boca y la mejilla con la mano. Él era de los que hacía lo que quería cuando quería y ella tenía bien claro todo. Tampoco había hecho algo para darle una certeza a la mujer, ni él mismo sabía cómo hacer algo por el estilo, tampoco cómo lidiar con todo lo que estaba pasando entonces.

—¿Qué se supone que debo hacer? —preguntó él y ante la novedad, Aiya quedó muda. Era la primera vez que él le preguntaba cuál era la manera correcta de actuar.

Ella, que estaba tan perdida como él, tampoco tenía la respuesta correcta en ese momento. Sólo lo abrazó y cerró los ojos acomodando su cabeza en el hombro de Toji.

—Lo que tú quieras —respondió en su oído.

Su relación siempre había sido así. Él hacía lo que quería, ella también y por breves momentos, sus vidas coexistían en el mismo tiempo y espacio y compartían aquellos momentos juntos, haciendo recuerdos que harían más dolorosa la despedida cuando despertaran al otro día solos, siguiendo la rutina que los perseguía a diario.

Él la levantó y la llevó a la cama donde ambos se acostaron juntos. Pero no hubo ningún avance sexual de parte de ninguno de los dos. Era un momento íntimo y necesario en la pareja. Aiya se acomodó entre sus brazos con la certeza de que él se iría en la noche, cerrando los ojos ante esa imagen que no quería ver, se quedó dormida en sus brazos.

Por la mañana, vio a Toji durmiendo a su lado. Era la primera noche que pasaban juntos de esa manera y que él se quedaba incluso, en la mañana. Ella sonrió y miró con ilusión su rostro antes de darle un beso, pero él no despertó. Ella se levantó y fue a cambiarse y luego, recogió toda la ropa del suelo y la llevó a lavar. Revisó los bolsillos del pantalón de Toji y dejó todo en un cuenco de vidrio y entonces, vio un papel doblado. Al abrirlo, encontró la foto que había perdido el día anterior. Y sin darse cuenta, estaba sonriendo como colegiala en primavera.

Quizá no fuera como la relación de sus sueños, pero después de eso, tenía cierta esperanza de tener un lugar en su corazón. Y eso fue suficiente para alegrarle el día, la vida…

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