Amo a la persona equivocada — Capítulo 1
Se sentó frente al cristal que la separaba de su hermana, tomó el teléfono y la saludó. Tamaya levantó el teléfono de mala gana y frunció los labios al escuchar la voz de su hermana. Toda una vida había planeado el momento de su boda y era posible que no llegara a estar presente en su gran día. Maldijo en sus adentros y decidió finalmente prestar atención a lo que su hermana le decía, aunque no quería hacerlo. Le molestaba ver a Samay. La misma cara que ella, los mismos ojos, el mismo color de cabello ¡era como verse en el puto espejo y no agradarse!
—El abogado apeló, pero no cree que pueda hacer más. Lo siento.
—¡Odio esto! ¿Por qué no puedo hacer servicio comunitario como alguien normal? —se enojó, golpeó la mesa y miró con rabia a su hermana a través del cristal, levantando la voz.
Samay miró hacia los lados encogiéndose de hombros, avergonzada de la actitud de su hermana. Pero no podía hacer nada y aunque llevaban tiempo así, entre berrinches y gritos, ella no era capaz de acostumbrarse a eso ¡no podía!
—Conducías en estado de ebriedad y destruiste un semáforo. Tuviste suerte de no matar a nadie —le dijo intentando mantener la calma y que Tamaya regresara a sus cabales. No tenía idea de cómo ayudarla y no divulgar la noticia de su arresto ¿cómo podía esconderlo de sus padres? No le entraba en la cabeza una idea, así que omitió decir algo al respecto frente a ella y decidió respirar profundo y pensar en algo más que pudiera calmarla. Aunque era seguro que sus padres iban a hacer mucho más que ella. Samay no tenía contactos ni dinero a su disposición para pagar a un mejor abogado o pagarle a alguien para que efectivamente, su hermana lograra hacer servicio comunitario en vez de cumplir un tiempo encerrada en prisión. Pero había sido muy clara de que debía dejar a sus padres fuera pues, peligraba su matrimonio con Ariel.
Tamaya colgó bruscamente y se arrepintió al ver la cara de sufrimiento de Sam. Odiaba que usará sus ojos de cachorro con ella, realmente lo odiaba. Volvió a acomodarse para continuar la llamada.
—Serás yo el tiempo que esté aquí, Sam.
Fue la primera vez que Samay se sintió de esa manera. El pecho le pesaba y no era por la falta de aire. Su vida era una gran mentira y ahora, debía seguir envolviéndose en ella. Pero parecía que mientras estuviera en esa familia, no iba a poder escapar de su destino.
Movió sus labios y no salió sonido de su boca, sólo se escuchaba la respiración del otro lado y eso, llegaba a desesperar a Tamaya. A diferencia de Sam, la paciencia y los modales no eran su fuerte.
—Ya lo has hecho en otras ocasiones, pero esta vez, no habrá cambios por un largo tiempo. A menos que puedas sacarme de este basurero antes —hizo una seña con el dedo hacia sus espaldas, sonriendo de manera socarrona y altiva.
Sam se preocupaba demasiado. Tenía miedo de que las descubrieran y mucho más miedo de lo que la actitud de su hermana pudiera provocar en las celdas. Su abogado le había dicho que con buena conducta podría llegar a reducirse la pena, pero era Tamaya de la que hablaban y la buena conducta no iba a ser posible. Samay no tenía la fe que tenía su abogado, pues, la conocía de sobrado y eso era un gran problema porque no podría volver a su vida.
No quería hacerlo. Hacía tiempo que lo pensó y aún con miedo, quería tomar esa decisión de recuperar su vida y no volver a tener que fingir ser alguien más. Aunque fuera por poco tiempo, ansiaba un poco de eso que llamaban identidad, un fragmento de ella misma que había sido arrebatado de ella desde que le pusieron el nombre.
—Sam, lo harás.
—Yo ni siquiera sé cómo hacer un diseño.
—Sam, aprenderás. Mi equipo está en la habitación. Tienes todos mis libros y en el estudio hay muchos apuntes. Si necesitas algo, vienes a verme.
Era determinante. Con la cabeza gacha y sin nada de confianza, aceptó. Prometió volver y colgó dándole una sonrisa tan triste que dejó mal a Tamaya tardando más de lo habitual en colgar. Eran gemelas, era normal tener esa conexión y cuando Sam la miraba de esa forma lastimera y demacrada, pidiéndole silenciosa y con tristeza que la dejara, odiaba más eso.
El vínculo de hermanos jamás se rompía y ella, quisiera o no, tendría que saber vivir con el peso que le daba ser la hermana gemela de Samay Dana.
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