Un paso en la dirección correcta
Se detuvo frente a la tienda. Mariko le había dicho que iba a acompañar a una amiga a probarse un vestido, así que antes de ir a trabajar, Rei la llevó hasta el lugar, aprovechando a pasar algo más de tiempo con ella. Entre su trabajo en la policía secreta, la organización de negro y el café, esos momentos eran los pocos que podía compartir con Mariko.
Se había acostumbrado a trabajar en el Poirot y hasta Mariko se lo había dicho: no podía negar que le gustaba. Quizá, disfrutaba mucho de ser policía, pero su vida de mesero no estaba nada mal, a su parecer. Incluso, Rei podía explotar uno de sus hobbies: la cocina.
Él, intentó negarlo, pero pensó que a lo mejor se había metido demasiado en el papel de mesero… e iba a llegar el día en que todo terminaría…
Charló con Mariko un poco antes de que se bajara y se despidiera. Volverían a verse en la noche. Sin embargo, Rei no se iba a quedar sin pensar en ella el resto del día. En realidad, había algo que lo estaba molestando desde que Mariko le dio aquella invitación a la boda de Aika. Él, había llegado a dar el siguiente paso de vivir con Mariko y estar así más cerca de ella, sin embargo, el matrimonio era algo que no podía darle.
Su misión era lo más importante ahora. Capturar y destruir la organización. Y por eso no podía. Aún si quisiera hacerlo, Furuya Rei ya no existía en ningún lado. Sólo él, que vivía con identidades prestadas hasta que llegara el día de tomar de nuevo su nombre. Pero hasta eso, quedaría en sólo un deseo.
Lo que más le molestaba es que ella no le había dicho nada. Mariko ni siquiera había sacado el tema de la boda. Sólo le había extendido la invitación esperando que su trabajo no fuera mucho ese día para poder asistir con él. Pero nunca había hablado de su propia boda y Rei pensó que al ver a una de sus amigas casarse iba a sacar inevitablemente el tema, pero nunca salió tal conversación entre los dos. Y él sabía que no era porque ella no lo quería, sino porque era demasiado comprensiva con su trabajo. Vivir juntos ya era más de lo que él mismo se podía permitir y ambos lo sabían.
Intentó quitarse eso de la cabeza y dirigirse al café antes de seguir perdiendo más tiempo. Azusa lo iba a regañar si llegaba tarde.
Al llegar al café, Azusa estaba sacando el cartel. Rei se apresuró a ayudarla a terminar de abrir y barrer la entrada antes de ir directo a la cocina y empezar a preparar los especiales del día.
Rei era la cara visible del café. Azusa siempre le decía que las chicas, especialmente las estudiantes iban sólo al café para verlo a él. Y ella aprovechaba siempre eso para subir las ventas del local. Él siempre había rechazado esa premisa, después de todo, su apariencia no era la de un japonés y eso siempre le había traído problemas en su infancia, incluso, cuando Mariko se lo mencionaba, le costaba creerlo.
Se acercó a una mesa llevando el pedido de sándwiches y café negro para dos muchachas, cuando vio a una muy preocupada revisando la mesa.
Él dejó el pedido y la miró con curiosidad cuando se asomó debajo de la mesa.
—¿Necesitan ayuda? —ofreció con una sonrisa radiante, sosteniendo la bandeja a un lado.
La chica miró a Rei y luego a su amiga antes de decirle nada. Estaba tan preocupada que parecía a punto de llorar.
—Se me ha perdido un anillo. Es muy importante. Creo que se me cayó aquí. Espero que se me haya caído aquí —dijo nerviosa de que, de verdad, lo hubiera perdido en otro lado.
—Así que es eso —respondió con calma—. Las ayudaré con eso —dicho esto, fue a dejar la bandeja en la cocina y luego, volvió con las chicas, listo para ayudarlas en la búsqueda.
Él se aseguró de que no quedará lugar del Poirot sin revisar, incluso, buscó detrás de la cocina por si en algún momento lo había pateado él o Azusa sin darse cuenta, sin embargo, no halló nada.
Había una mezcla de frustración y tristeza en el ambiente.
—A lo mejor se te cayó en la entrada —agregó él con la intención de que todavía no perdieran la esperanza. Las dejó a ambas en la mesa, animándolas a que tomaran el café antes de que se enfriara y él se encargaría de la búsqueda.
Salió y comenzó a revisar el suelo, esperando ver algo brillante que llamara su atención, pero al menos, en los alrededores, no parecía haber nada. Incluso, se animó a caminar un poco más, pero tampoco tuvo suerte. Miró a las chicas a través del cristal. El anillo se veía muy importante, quizá algún regalo de su pareja o de su familia.
Él suspiró y se peinó el flequillo con los dedos. Sin haber obtenido nada, estaba dispuesto a entrar y contarles que no había tenido éxito en la búsqueda. Sin embargo, al caminar junto a los arbustos del vidrio, vio algo brillar levemente. Abrió los arbustos y en ello, vio un anillo. La sonrisa de satisfacción se bordó en sus labios y golpeó suavemente el vidrio mostrándoles el anillo a través de él.
Las dos chicas lo vieron y corrieron fuera: ¡Era ese! Ambas estaban muy agradecidas, a ninguna de las dos se les habría ocurrido que podría habérsele quedado ahí, pero al menos, lo habían recuperado.
Fue entonces que a Rei se le ocurrió una idea. Era algo muy occidental, pero ¿podría gustarle?
Esperó a que el cierre del café llegara y salió a toda prisa: tenía un plan que poner en marcha.
—Ya llegué —dijo Rei cuando entró a la florería.
—¡Rei! —dijo con una sonrisa—. Bienvenido —terminó de recoger unas flores y se dirigió al mostrador—. Tengo que terminar un ramo aún. Enseguida estaré lista.
Mariko estaba terminando de hacer un ramo de tulipanes. Él no pudo evitar sentir un golpe de nostalgia al ver las flores en sus manos. La vez que se conocieron y ella lo invitó a salir, también fue con tulipanes rosas.
Era como si todo estuviera coincidiendo para que lo hiciera.
Caminó hasta ella y la agarró por la espalda, levantando la mano de Mariko y poniéndole un anillo en el dedo anular.
Ella quedó sorprendida ante el gesto, mirando los dedos de Rei sobre los de ella. Dejó las flores sobre el mostrador.
—No podemos tener una ceremonia aún —le dijo mientras ella volteaba a verlo—. Tampoco llenar los formularios, pero —tomó la mano de ella y le dio un beso sobre sus dedos—. Puedo darte esto.
Rei también se había puesto el anillo como símbolo de su unión. Era un gesto, aunque no fuera mucho porque aún debían vivir bajo las sombras de la vida de Rei. Pero era un paso, un pequeño gran paso en la dirección correcta.
—Es…
—Una alianza —terminó la frase mientras observaba la reacción de ella. La había dejado sin saber qué decir.
—Yo… —susurró ella mirándose la mano y luego, miró a Rei con una expresión que derrochaba alegría—. Estoy muy feliz —la emoción explotaba en su voz, abrazando a Rei para demostrarle un poco de todo lo que sentía.
La había tomado por sorpresa el anillo, no esperaba algo así y menos viniendo de él, pero no podía negar que el gesto, le había hecho el día.
—Cuando todo terminé, iremos a llenar el formulario y hacerlo oficial —le dijo correspondiendo el abrazo—. Mientras tanto, sé mi esposa — le pidió.
No había nada qué pensar al respecto. Mariko quería eso y aunque fuera algo sólo entre los dos, se sentía feliz: sería la esposa de Rei.
Aceptó y sellaron su promesa con un beso. Se miraron a los ojos como si fuera todo lo que le faltara en la vida y ahora que lo tenían, no necesitaran nada más.
Ella volvió a mirar el anillo en su dedo y sonrió aún más feliz que antes.
—Aún no puedo creerlo.
Él la rodeó por la cintura y le dio un beso en la mejilla.
De todas formas, ella no necesitaba un papel para confirmar lo que ya sabía: Rei la amaba y ella a él. Y era todo lo que necesitaba. Ya vivían juntos y Rei siempre le daba todo lo que podía mientras su agitada vida se lo permitiera. A su lado, tenía la vida que quería y aunque parecía poco, la felicidad siempre estaba en su día a día.
—¿Tendré que empezar a llamarte esposo ahora? —preguntó ella terminando de arreglar el ramo.
Rei no había pensado eso y la sorpresa inundó su rostro.
—Nada me haría más feliz, querida —dijo abrazándola por la espalda mientras ella terminaba de trabajar.
No era la vida que él se había imaginado, nunca. Pero ahora que la tenía, estaba seguro de que no la cambiaría por nada.
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