No siento al mundo
No siento al mundo |
¿Lo ves? Sólo causas problemas. Te dije que lo mejor que te podía pasar era haber muerto en aquel campo de batalla. Estoy seguro de que te habría ido mucho mejor que ahora. La muerte te sentaría bien, pero te resistes a ella. El dolor recorre tu cuerpo, pero es como si fuera un dolor que no termina de ser tal ¿es tuyo o es mío? Las preguntas rondan tu mente y no sabes decir a ciencia cierta dónde te duele, tampoco sabes explicar si te duele algo. Las sensaciones que vienen luego son confusas y tan rebeldes que no sabes cómo señalarlas. Sientes una fuerte incomodidad ¿Es tuya? ¿O será algo que no tiene nada que ver contigo? Aún nadie te sabe decir acerca de esas cosas, sólo sabes que algo ha comenzado a fallar en ti desde aquel día que dejaste el campo de batalla, que abandonaste los muertos a tu espalda y acarreaste la agonía sobre tus hombros.
Aquel día también perdiste parte de tu visión, no sólo en tus ojos, la visión del mundo y su sentir. Todo está mal contigo, todo. Acéptalo de una buena vez.
A veces, te resistes a creerlo por una sola persona. Aquel joven que aparece en el parque de vez en cuando, el de la corbata bordo. Te dedica una sonrisa y extiendes tu mano para acercarte a él y hacerle una caricia revolviendo sus cabellos. Aún no sabes si es tu mano la que hace aquello. La vez, ahí al final de tu brazo, sabes que vas a hacer aquel movimiento, pero no se siente como si fuera tuyo. Parece que no eres tú.
El mundo es tan extraño…
—Estoy bien —dices cuando te pregunta por tu estado. Los ojos oscuros cambian de tonalidades. Nunca has sabido de qué color es realmente tu cabello o tus ojos, suelen cambiar de colores a medida que tus emociones fluctúan. Ahora mismo, reflejan una calma junto a un color verde claro, como la hierba bajo el rocío. Recuerdas que alguien te dijo alguna vez que ese color transmite templanza y esperanza. ¡Ja! Es divertido ver que tú todavía guardas esperanzas ¿para qué? ¿Qué pretendes cambiar?
Eres extraño, no queda nada más que decir.
Y dices algo, recordando la razón por la que estás ahí. Tu libro. No, no era cualquier libro, era TU libro, el que tú empezaste a escribir. Lo recuerdas, el tamaño, el color, el peso sobre tu mano. Lo anhelas con todo tu ser. Es el único ejemplar que existe en el mundo y no quieres que le pase absolutamente nada. Si pudieras demostrar alguna emoción, podrías estar desesperado en este momento, pero sólo cambian de color tus ojos y tu cabello a un negro oscuro y profundo. No puedes perder tu libro, es un bien muy preciado y necesitas que alguien más lo aprecie. Tiene que ser alguien que no seas tú quién vea lo valioso que hay escrito en él; quizá no será tan al extremo como tú lo has hecho, pero tiene que ser apreciado al menos una vez. Quieres ser más que la sombra que eres y estas seguro que ese libro está escrito para ayudarte a ser alguien.
—Es de tapas rojas oscuras —explicas y dibujas en el aire su forma— roja como la sangre. Cosido a mano. Así de grueso —sigues con tus gestos, moviendo tus manos simulando el grosor del libro. Huele a viejo y a humedad. Quizás a tabaco también ¿no le cayeron las cenizas del pucho los otros días? Fue un sábado. O el lunes. Quizás el miércoles con ínfulas de viernes. Quién sabe. Fue un día.
—Te ayudaré a buscarlo —se ofrece con una sonrisa. Una emoción genuina, tan vivida y exquisita. Ojalá pudieras imitarla.
Ojalá.
Te mueves a su lado. El mundo es como una película y tú eres sólo un espectador, pero tu libro es la prueba de que eres el protagonista. Quizá algún día te cures, no tienes idea. Nadie te dio esperanza. Las drogas a veces ayudan y son el único momento de contacto con la realidad. Pero es sólo eso. Un efímero suspiro arrogante, bromista que se cuela en la yema de tus dedos, escarba debajo de tus uñas haciéndote experimentar la realidad. Y sólo se desvanece como el humo del cigarrillo en el aire.
—No deberías ayudar a alguien como yo —ladeas tu cabeza, acaricias tu cabello y lo peinas con los dedos. Los mechones se enredan y te dan un aspecto más desaliñado—. Estoy perdido en un mundo que no me comprende en lo absoluto, que no siento en lo más mínimo —aseguras cerrando los ojos, intensificando aquella sensación de que tú no eres parte del mundo: es un lugar al que tú no perteneces. Todo se siente como si fuera un sueño, un largo y absurdo sueño del que quieres despertar hace muchísimos años.
Y no puedes.
Y jamás podrás.
Por alguna razón, tu lado humano ha desaparecido por completo y te has vuelto esto que eres ahora. Un ente que vaga entre las penumbras, la incertidumbre y la miseria, sin un rumbo ni objetivo. A veces, tienes el deseo de ser notado ¡de notar a los demás! De experimentar una vez una sola emoción.
Y no sucede.
Te has golpeado. Eres alto, no viste aquella rama de árbol y caíste de culo al suelo. Él te mira preocupado y tú lo único que piensas entonces es en tranquilizarlo y que se aleje de ti. Eres una desgracia, corrompes y destruyes todo lo que tocas, todo lo que amas. ¿Cómo concibes la existencia de alguien así en el mundo? No sabes si vives, si mueres.
—Tienes que ir a emergencias —te dice y saca un pañuelo con el que te aprieta la frente.
—Estaré bien. No moriré por esto —y piensas en un “ojalá”. Pero al ver su expresión de preocupación, te sientes culpable. Él es totalmente sincero contigo. Te arrepientes de pensar en la muerte.
—Noel —pronuncia tu nombre y es como si recitara un hechizo que te hace salir brevemente de la burbuja, pero se revienta y se regenera una y otra vez alrededor de ti— al menos, ven a casa a que te cure.
—Necesito el libro —dices rápido, sin prestarle atención al corte en tu cabeza. ¡Ja! Sólo tú eres tan estúpido como para lastimarte así con un árbol ¿en qué pensabas? Es cierto, a veces no piensas, sólo fluyes como una anguila dejándose arrastrar por la corriente esperando llegar a un lugar apropiado más por suerte que por iniciativa.
—Lo buscaré luego.
—Pero ese libro… —te interrumpes cuando él te aprieta la mano. Se sacude sobre la tuya como si estuviera temblando. Lo has confirmado al bajar la mirada y encontrarte con sus dedos blancos sobre los tuyos, están ahí, sobre tu mano con un temblor como el de una gota de rocío sobre el césped, a punto de caer y desaparecer. Lo sientes igual. Lo ves igual.
Finalmente asientes y cedes a la súplica silenciosa que tiene en la mirada. Te levantas y lo sigues a través del parque. Te jala o eso crees, sigues sus pasos, a la distancia, aunque lo ves a tu lado. Las pisadas resuenan en tu cabeza y hacen eco como si las vieras en el horizonte. La vista borrosa no ayuda nada, tienes que acomodarte las lentillas. Se lo dirás cuando llegues a la casa y te cure.
La entrada es enorme y borrosa. Tú solo caminas. Quieres regresar por tu libro y quieres que Gabriel no se preocupe. Te parece imposible que no lo haga cuando te conoce. ¿Cuándo te irás de su vida?
—Tienes sangre en el ojo —te dice él cuando te sienta en el sillón de la casa. Lo entiendes entonces, era eso lo borroso que teñía la realidad de rojo. Te recordó a otros tiempos donde sólo había tierra y sangre. Y muerte. Y la desesperanza era tu vicio de cada día. Justo como ahora. Lo esperas mirando al techo. El cabello te cae en los ojos y entorpece tu mirada, sólo soplas y cierras los ojos. Los mechones ahora blancos revolotean y te hacen cosquillas.
Y te quedas dormido.
Al despertar, tienes una manta encima de tu cuerpo. Ves un poco mejor, piensas que seguro él te curó mientras dormías, pero no lo ves. Aunque sientes un silbido en otra habitación. Te mueves y en tu mano, está el libro, tu preciado tesoro. Sonríes, posiblemente, la primera emoción genuina que expresas. Lo sentiste. Mentira, lo fingiste. ¿O no? ¿Es real? No puedes sentirte. Ni al mundo ni a ti. Pero ese detalle, ese detalle quedará en algún lugar de tus recuerdos, dándote algo de calidez y quizá, plasmado en otra página en blanco de tu preciado libro, empezarás a ser.
¡Hola, gente linda! ¿Cómo están? Espero que de maravillas. Me sumé al reto semanal del Club de Lectura de Fanfiction y la consigna de esta semana era reescribir un fic de hace varios años, con todo lo que hemos aprendido a lo largo de este tiempo.
El cuento es del 3 de julio del 2018, no es tan viejito como me lo imaginé, pero sí cambié bastante, hasta pude explotar mejor a Noel en la historia. Y me gustó mucho esto.
Noel es un personaje que sufre despersonalización. Es sobreviviente de guerra y ha acarreado muchos problemas y traumas conjunto a ello. Y es lo que más me gusta del personaje
Gabriel es más sencillo, él ha tenido una buena vida y siente interés por Noel, así que siempre que puede, está a su lado de una u otra forma.
Estos dos son personajes secundarios de una historia más grande, tengo varios cuentos sueltitos de ellos dos, así que iré compartiéndolos de a poco.
El dibujo recién salido del horno, quería hacer un boceto rápido de los dos y aquí está. Espero que les haya gustado.
¡Un abrazo!
Me gusto mucho tu historia ese tono melancólico y triste. Te mando un beso
ResponderBorrarHola Hola Roxana!
ResponderBorrarComo siempre ha sido un gran relato, me gustó el tono que le diste bastante atractivo, gracias por compartirla :D