Big Event Xmas! — Capítulo 1
Quita el moño aquí ;)
Está era su primera navidad con Megumi y Yukiko. Su hijo tenía picos días de vida y aun así estaba muy emocionado por darle una buena Navidad. Toji jamás celebró nada, ni siquiera su propio cumpleaños que tampoco estaba lejos. Aunque estaba lejos de importarle algo para él. Sí, podía ser egoísta, pero no esta vez. Acababa de cobrar su sueldo como seguridad de un bar de mala muerte. Hacía dos años dejó de matar hechiceros y hacer encargos de asesinato debido a Yukiko. Sólo por ella, su vida dio un vuelco de 180°, porque quería darle lo mejor a aquella mujer. Quería tener una familia con la que compartir aquel día y cada uno de los días de su vida.
Toji jamás logró experimentar el calor de un hogar: nunca lo tuvo. Los Zen’in siempre fueron hijos de puta con él por el solo hecho de no tener energía maldita. A ojos del clan, Toji era un inútil a pesar de que demostró en más de una ocasión que estaba a la altura de enfrentar a cualquiera de ellos y ganarle, aún sin energía maldita. Pero siempre lo miraron por encima, como si realmente fuera una basura. Y siendo muy joven, abandonó la casa y se convirtió en un vagabundo. Aceptaba encargos como asesino, jamás cuestionaba si el cliente pagaba bien, sólo hacía lo que le pedían y era aún más emocionante si el objetivo era importante. Él, un simple “inútil” en su clan, llegó a tener la fama de uno de los mejores asesinos de hechiceros. Nadie se comparaba a él. El clan jamás logró reconocer el valor de Toji bajo ninguna circunstancia. Y nunca se preocupó por nada más que vivir de esa manera errática hasta que conoció a Yukiko y su vida cambió.
Ella no era como las mujeres que solía frecuentar. No, Toji no tenía casa, así que solía encontrar ligues ocasionales con los cuáles echar un polvo y tener donde pasar la noche —o unos días— y comida asegurada. Así era su vida día con día hasta Yukiko.
Ella era una muchacha dulce y bonita que estuvo presente en un momento poco agraciado de Toji cuando tuvo un encargo y salió herido de ello. Toji fue al konbini a comprar algunas cosas para limpiar y vendar su herida, aún con la sangre saliendo de la herida.
—¿No prefiere que llame a emergencias? —dijo con un fuerte grado de preocupación en su voz al ver que aún le sangraba la herida de la cabeza.
—Sólo véndeme lo que te pedí —le respondió él indiferente arrojando el dinero sobre la caja registradora y aunque la cajera insistió una vez más, él sólo se fue en cuanto le entregaron su compra.
Muchas miradas estaban sobre él. A Toji no podía importarle menos. Toda la vida fue el centro de burlas de la familia Zen’in, un par de ojos curiosos o con miedo no le hacían nada ahora mismo.
—¡Espere! —escuchó una voz fuerte y dulce detrás de él. Era la mujer que estuvo detrás en la fila. Todo el tiempo sintió su mirada encima de él, pero lo ignoró como lo hacía siempre. Él estaba seguro de que un tipo tan grande, musculoso y herido llamaba la atención. De por sí era alguien que llamaba la atención.
Toji se detuvo y la miró con cierta curiosidad. La mujer sonrió al ver que él se detenía y corrió rápido hacia él. Él no dijo nada, sólo la miró. Era pequeña, casi le llegaba al pecho y muy delgada, de nuevo, no se parecía en nada al tipo de mujeres que él solía frecuentar.
—Esto le ayudará con sus heridas —le dijo entregándole una bolsita más—. Lo que lleva ahí no será demasiado útil —le explicó ella un poco apenada de estar metiéndose en la vida de alguien más, con las mejillas sonrojadas—. Puedo ayudarlo si lo desea.
Toji se rio. El sonrojo en las mejillas de la mujer aumentó.
—¿Tú curaras mis heridas? —dijo no sin sorpresa. De por sí, ya era muy llamativo para él que una mujer se hubiese acercado y se preocupara por él.
—Yo lo haré. Soy enfermera —le dijo ella con determinación—. Puedo encargarme de ello.
De no haber sido porque era una herida que aún le sangraba, Toji ni siquiera se habría molestado en comprar algo para curarse. Lo habría dejado estar sabiendo que eventualmente sanaría, aunque le dejara una cicatriz. No le importaba realmente ¡una más!
Ladeó la cabeza, convencido y cruzó las piernas y se dejó caer al suelo, sentándose ahí mismo viendo una reacción exagerada por parte de ella.
—¿En serio? ¿Aquí?
—¿Algún problema? —preguntó él con la sonrisa en los labios sin dejar de observarla. Era gracioso ver como se alteraba por algo tan sencillo. A él le daba igual.
—¡Estás en la calle! —dijo ansiosa y miró hacia el frente—. Vivo cerca ¿puedes ir conmigo tres calles? —preguntó algo inquieta. Era la primera vez que llevaba a un hombre a su casa, aunque era por buenas razones, todavía le era algo incómodo, aunque fuera sólo para curarlo.
Los ojos de Toji se abrieron con la sorpresa y pronto, una sonrisa suavizó su mirada. La siguió sin decir más nada, con las manos en los bolsillos y las bolsas colgando de su muñeca.
A él no le importaba en lo absoluto. Seguir a una mujer y quedarse en casa de una desconocida era su pan de cada día y no iba a ser menos el día de hoy.
Subieron unas escaleras que daban hacia la calle y llegaron a la puerta del departamento. La mujer fue rápido a encender las luces y luego, se lavó las manos, llegando al centro de la sala y pidiéndole que se sentara en un sillón de tres cuerpos que había ahí. Toji obedeció sin objetar y dejó las cosas sobre la mesa. Ella trajo un botiquín y comenzó a limpiar la herida de su cabeza.
—Te dolerá —le dijo después de limpiarlo y ver que iba a necesitar al menos, tres puntos—. Por favor, quédate quieto.
Él lo hizo. La aguja no era nada para él, había soportado cosas peores en las batallas y a lo largo de su vida.
—¿Vives cerca? —le preguntó ella mientras seguía haciendo la sutura.
—Depende.
—¿De qué? —preguntó curiosa deteniéndose un momento.
—De con quién me quede.
La respuesta fue rápida y sin dar más detalles, pero eso le dio forma a la idea que ya se había hecho en cuanto lo vio sentarse en la calle. Entonces, fue cuando ella se dio cuenta que había recogido a un vagabundo.
—¿Tienes donde quedarte esta noche? —preguntó mordiéndose el labio mientras cortaba el hilo y luego, veía la herida de su brazo.
—Aún no —respondió siguiendo con la mirada a la mujer. Sus manos eran suaves contra su piel, tan delicada al tocar sus heridas que casi no sentía el dolor, sólo el roce de ella contra su piel.
Ella lo miró y lo llamó señor de nuevo. Él sonrió, como si no se atreviera a preguntar su nombre.
—Toji.
—¿Sólo su nombre? —dijo aturdida ante aquella presentación. Llamarlo por el nombre podía ser demasiado intimo para alguien que acababa de conocer— ¿y tu apellido?
—¿Necesito uno? —respondió con indiferencia. A lo que él respectaba, no tenía relación con los Zen’in desde el día que dejó el clan, entonces, sólo usaba su nombre sin que hubiera forma de que lo relacionaran de buenas a primeras con ellos. No, tendrían que investigar a Toji para saber que pertenecía a esa asquerosa familia.
—Entonces… —pronunció dudando mientras estiraba la venda sobre el brazo—. Fushiguro Yukiko —se presentó levantando la vista para ver a Toji directo a los ojos. En ese momento, él sintió su corazón dar un vuelco tan fuerte en su pecho que tranquilamente podría haber tenido un infarto sólo con esa mirada—. Yukiko, llámame Yukiko.
Le pareció encantador el gesto de la mujer, no tardando en sonreír ampliamente mientras la cicatriz de su labio se estiraba.
—Un placer, Yukiko.
Lo dijo a propósito al ver su reacción. Las mejillas sonrosadas y el ligero sacudón que hubo en sus manos fue suficiente para sentirse satisfecho de molestarla un poco.
—Gracias —entrelazó sus manos sobre sus piernas abiertas mientras ella guardaba todo. Tenía toda la intención de marcharse en ese momento, cuando ella lo detuvo. Con un fuerte grito de espera, tal y como había sucedido en la calle—. ¿Olvidaste algo? —preguntó curioso. Era la primera vez que alguien se preocupaba de manera genuina por él.
—Puedes… quedarte —dijo apretando sus dedos índices mientras miraba al piso—. Es sorprendente que no te hayas desmayado con esa herida en la cabeza. Puedes descansar antes de irte —le ofreció.
Él ladeó la cabeza mientras alzaba una ceja.
—¿Estás segura? Pareces un indefenso conejito en frente de un león —se burló con tono juguetón sin quitarle la vista de encima.
—No soy un conejito —alzó la vista y fue cuando vio a Toji directo a los ojos—. Te traeré una almohada —dijo yéndose de la sala. Toji se rio al verla correr hasta perderse en el pasillo. Pronto sintió un portazo y exhaló el aire de sus pulmones con rapidez, volviendo a sentarse en el sillón mientras la esperaba.
Ella, volvió a los pocos minutos con unas mantas y una almohada, las cuáles, le entregó a Toji casi sin mirar.
—Tu camisa tiene sangre —le señaló la mancha que tenía más oscura sobre el pectoral izquierdo. Él se encogió de hombros restándole importancia—. La lavaré.
—¿Me tendrás paseando semi desnudo por tu casa? —se rio ante su propuesta, siendo más directo todavía al jugar con ella. Y como si Yukiko no hubiese pensado en ese detalle, su rostro explotó de vergüenza—. No importa, es por una buena razón —pronunció de manera nerviosa.
Toji vio que la mujer era más perseverante de lo que su apariencia le permitía demostrar. Negó con la cabeza y se quitó la ropa quedando con el torso desnudo, extendiéndole la prenda manchada a ella. Y no se perdió el espectáculo de su rostro al ver su pecho desnudo. Sus grandes pectorales bien marcados, el abdomen, incluso, hasta la clavícula que se hundía de manera tan profunda y exótica que daban ganas de hundir los dedos ahí.
—¡Iré a lavar! —tomó rápido la ropa y se movió con la misma velocidad que antes, quizá, un poco más rápido incluso. Toji volvió a reírse sacudiendo la cabeza al verla desaparecer. Casi que podía ser tan veloz como él si se ponía nerviosa y eso era algo sumamente interesante.
Toji se acostó en el sillón, acomodando la almohada en un extremo y cerró los ojos. No creía que fuera a verla por un largo rato, al menos, hasta que ella se serenara y pudiera volver a verlo. El sillón era cómodo, pero no lo suficientemente grande para soportar todo su cuerpo. Toji era alto y salvo que flexionara las piernas, no entraba por completo en el sillón. De todas formas, no se quejó, incluso así era mejor que pasar una noche en la calle.
Un par de horas más tarde, abrió los ojos con la mujer arrodillada a su lado hablándole bajito mientras tocaba su muñeca intentando despertarlo. Que Yukiko pronunciara su nombre para despertarlo fue algo interesante de oír apenas abrir los ojos.
—Hice la cena —le dijo la mujer y le sonrió.
Toji se froto la cara y se sentó en el sillón. Había tenido un buen sueño a pesar de todo. Ella le indicó donde estaba el baño mientras un aroma delicioso a comida casera inundaba el pasillo. Y no podía recordar un momento en su vida donde alguien hubiese hecho algo así de manera desinteresada. Pensó en alguna de sus amantes, pero era lo mismo. Él les daba su cuerpo, un buen polvo por la noche y obtenía ciertos beneficios además de eso. Nada más que un intercambio justo. Pero ahora, ella no había pedido nada de él, hasta dudó en llamarlo por su nombre.
Se lavó la cara y fue a la sala donde ella ya había servido la comida en la mesa ratona y lo esperaba para comer con él.
—¿No tienes miedo? —preguntó sentándose frente a ella. Él era un tipo que había recogido en la calle, herido y solo, sin lugar donde caer muerto, sin nada más que un nombre.
—¿Miedo? No, más bien… —él alzó las cejas, curioso de lo que fuera a decirle—. Pareces triste.
El silencio colmó sus oídos en un santiamén. Toji se quedó pensando en ello y sólo sonrió agachando la cabeza y sacudiendo su cabello, sin saber cómo reaccionar ante eso.
Comieron luego de eso y fueron a dormir. Toji se quedó en el sillón y tardó bastante en conciliar el sueño de nuevo. Y por la mañana, fue el primero en levantarse. Buscó su camisa, ordenó las cosas y dejó el dinero que había ganado el día anterior sobre la mesa. Sólo se quedó con una parte para comprar el desayuno, el resto, fue todo para Yukiko, dejando una nota:
Por las molestias y por tu amabilidad con un completo desconocido.
Toji
Escribió y se marchó sin rumbo fijo. Ahora iba a tener que conseguir un nuevo encargo para reunir dinero. Pero era lo de menos para él.
Toji no tenía pensado quedarse más tiempo ni tampoco volver a verla. Pero sucedió una vez más, cuando estuvo herido que la única persona que se le ocurrió que podía ayudarlo era ella. Y así, hasta que finalmente, ella no sólo curó las heridas de su cuerpo, también parchó y suturó las de su alma y corazón.
¡Hola, gente linda! ¿Cómo están? ¡Fic nuevo de Toji! No va a ser largo, tres capítulos de este hombre sufriendo la Navidad
Hace mucho que quería hacer algo de él y vengo postergándolo, así que era momento de empezar —tengo otro con un OC que pronto les voy a presentar, denme chance a que termine de dibujar ;)—
Espero que les haya gustado, pronto viene la parte dos ;)
¡Feliz Navidad a todos
¡Un abrazo!
Me gusta.
ResponderBorrarAlguien despreciado por su familia, que se convirtió en letal asesino.
Y que recibió la ayuda de una mujer, que inesperadamente no le tuo miedo, como era esperable. Tal vez era muy perceptiva.
Un abrazo.