Princesa sirena
¿Por qué iba por la playa en medio de la tormenta? Aún cuando sabía que el peligro podía golpearlo de frente. Un rayo, una ola, podría pasar cualquier cosa, incluso, caer y ahogarse en el mar por la borrachera. Pero ni el agua fría que lo golpeaba lo hacía sentir más lúcido. Nada. Ricardo se preguntó por qué lo hacía y no hubo una sola respuesta
que pudiera parecerle razonable.
Sólo una melodía.
Una voz dulce y armoniosa sonaba en medio de la tormenta y él se convenció de que las gotas de agua que caían sonaban como un piano que acompañaba la voz. Si los dioses cantaran, juraría que sonarían como ella.
La mujer, sentada en una piedra en la base del peñasco, veía la inmensidad del mar y continuaba su canción como si no existiera problema alguno. Las notas de su voz acompañaban exactamente el compás de la tormenta como si fuera creado por ella.
Se repetía que era el alcohol que había ingerido y se quedó a la orilla, medio tambaleando mientras veía la espalda de ella. El cabello cobre caía y se pegaba a su piel como si fuera a fundirse.
Cuando terminó de cantar, la tormenta se convirtió en lluvia y pronto, paró de llover. Ella volteó hacia la orilla y al ver los ojos brillar como perlas azules en medio de la oscuridad, sintió que la respiración se le cortaba y sosteniendo su garganta con las manos heladas, intentó atrapar el aire sin éxito, desplomándose en la arena mojada al perder el conocimiento.
El frío le pasó factura y con un fuerte temblor, tanteó a su alrededor buscando la sabana y se encontró la arena húmeda debajo de él.
—¡Qué bien! —Escuchó una voz femenina a su lado, abriendo los ojos con esfuerzo. El sol le molestaba y la cruda le estaba pasando factura. Por un momento, creyó ver el cabello cobrizo que recordaba de la noche, de aquella mujer cantante, sin embargo, al enfocar mejor su vista, encontró a una mujer diferente. Si tenía que definir su color, diría que sus rizos eran del mismo color de la arena bajo el sol. Los ojos
azules lo miraron con emoción al verlo despertar y sentarse mientras se frotaba la sien—. ¿Te sientes bien? ¿Te acompaño a algún lado?
Las preguntas se repitieron en su cabeza mientras pensaba en una respuesta e intentaba recordar cómo había llegado ahí. Sólo podía pensar en lo bonita que era y lo mucho que le dolía la cabeza.
—Tengo sed —fue todo lo que dijo y se puso de pie intentando hacer memoria. Pero tambaleó y la mujer lo ayudó a ponerse de pie y a mantenerse lo más estable que su cuerpo le permitiera. Era la peor cruda de su vida, incluso, no se sentía como una cruda. Era como si sus sentidos no estuvieran del todo correctos.
—Vivo cerca, puedes quedarte ahí si quieres —se ofreció ella con una sonrisa. Al mirarla, se sintió encandilado, como si ella tuviera brillo propio. Tuvo que cerrar los ojos un momento, era como ver al sol directo, sin anteojos ni protección alguna.
—Maldita borrachera —murmuró frotándose los ojos con los dedos, tomó aire y volvió a enfrentar la inmensidad del mundo y sólo se arrepintió de ello. Se sentía peor.
Así, terminó por aceptar la invitación de ella, le pediría un café y luego, se iría a su casa a dormir el resto del día.
Elody era el nombre de su nueva amiga. Lo recibió muy amable en su casa y le hizo un café, también, le sirvió un par de tortillas finas que acababa de calentar en el brasero. Tenían un olor increíble y aunque no se sentía del todo bien, la gula lo pudo y le dio una buena mordida a la comida.
Se quedó hasta el mediodía hablando con ella. Su voz le resultaba relajante y a pesar de su malestar, era divertido hablar con Elody. Se sentía como si la conociera de toda la vida lo que era realmente extraño al ser una mujer que había conocido en la playa, esperando que un borracho despertara. Pero eso fue lo único que no le preguntó y sólo lo recordó mientras iba en el taxi ¿cuál era la razón por la que ella se había quedado?
Le dio su numero y quedaron en verse al día siguiente, en una fiesta con sus amigos, así que oportunidad no le iba a faltar. Por ahora, sólo quería llegar a dormir el resto del día.
******
La fiesta era mucho más tranquila de lo que él acostumbraba a presenciar. Ricardo esa noche fue con su novia, Fernanda. Lo cierto es que había hablado de todo con Elody, excepto la parte donde no contó cuál era su relación sentimental y creyó ver un rastro de decepción cuando presentó a Fernanda con ella. Pero fue tan rápido que no supo qué tan cierto fue. Elody sonrió como lo hizo antes y les entregó un par de collares de
flores de papel y sorbetes de colores, invitándolos a que fueran a la barra a comer y beber lo que quisieran.
La casa estaba en la playa, lo que Ricardo notó fue que estaba muy cerca del lugar donde se había desmayado, de hecho, se lo podía ver a la perfección desde donde estaban. Había un pequeño balcón donde estaban algunas mesas con bebidas y cocteles, cerca del DJ, quien de la música tropical había pasado a poner cumbias viejitas.
—A la medianoche habrá un concurso de baile. Hay premios —les contó Elody y tomó de la mano a Fernanda— ¿quieren verlos? Vamos, les va a encantar. Así se esfuerzan en la pista —guiñó el ojo y miró al cielo. La luna llena brillaba en la noche.
—¿En serio podemos verlo? —preguntó Ricardo.
—Claro que sí. Nadie se va a enterar —insistió Elody y los llevó al interior de la casa, hacia la habitación que estaba al final del pasillo.
Los demás invitados quedaron hablando y bailando, sin importarles qué sucedía con ellos tres, así que era fácil moverse.
Mientras se dirigían hacia la habitación, se cortó la luz. Elody paró en secó y abrazó el brazo de Ricardo con fuerza.
—No me gusta la oscuridad. Le tengo miedo —balbuceó de manera entrecortada, con un leve temblor en su cuerpo.
—¿Fernanda? —llamó a su novia, pero no hubo respuesta.
La oscuridad era su primer aliado.
Las criaturas de la playa, las segundas.
La garganta de Fernanda se llenó de agua, aunque escupía, seguía apareciendo. Crecía y llenaba su garganta, nariz y vías respiratorias como si su cuerpo produjera el agua. Tanteó en la oscuridad y los cangrejos se habían camuflado con la pared, estiraron sus tenazas y la atraparon.
Elody se quedó quieta junto a Ricardo, aunque a diferencia de él, ella sí podía ver lo que sucedía. Y hasta que Fernanda no dejó de forcejear, no dejó de mirar.
Estiró su mano y rozó sus uñas por los labios de él.
—¿Te preocupa Fernanda? —preguntó soplando en el oído de él.
—¿Qué Fernanda?
Elody se rio feliz y apoyó la cabeza en el brazo de él.
—Vamos a dar un paseo por la playa —dijo melodiosamente como una canción.
Ricardo asintió y la siguió. La luz volvió y dejaron atrás el cadáver de Fernanda, lleno de cortadas de los cangrejos, quienes ya habían desaparecido después de cumplir su cometido.
Bajaron hacia la playa y Elody se quitó los zapatos dejándolos en la arena, agarró de la mano a Ricardo y lo hizo caminar hacia el mar. El agua fría rozaba sus pies y poco a poco, comenzaban a hundirse en el agua. La luna llena los iluminaba y vigilaba por igual. El cuerpo de Elody cambió en cuanto estuvieron sumergidos hasta la cintura. Su piel antes blanca había tomado un tono verdoso tornasol, lleno de escamas que brillaban en diferentes colores a la luz de la luna.
Pronto se deshizo de la ropa humana quedando con el torso al descubierto mientras su cabello cobre se mecía al ritmo de las olas, comenzó a cantar una vez más. Durante la luna llena, los poderes de las sirenas eran más fuerte, durante esas noches, podían alimentarse de los hombres y robarle los años de vida que le quedaban para absorberlos ella. Así su reino se había construido durante siglos y aunque las leyendas los
pintaban como monstruos terribles, ellas eran hermosas y podrían mezclarse con facilidad entre los humanos para conseguir a sus presas. Lo cierto es que ninguna leyenda hablaba de los hechizos tan fuertes que manejaban las sirenas y lo poderosas que podían ser bajo la influencia de la luna nueva.
Los humanos, erróneamente creían que sólo las brujas podrían hacer uso de la magia. Realmente, los brujos habían aprendido de ellas, de los seres del bosque y de la noche. Sin embargo, con el tiempo los humanos también se olvidaron de los peligros que afectan a su especie y transformaron todo en simples supersticiones, el mejor disfraz para cualquiera de ellos.
Ricardo estaba bajo su hechizo, hipnotizado por su voz, por su belleza, por su encanto de sirena. Lo había estado desde la tormenta cuando lo llevó hasta ella con su canto, pero aún era débil. De hecho, en días donde la luna los influenciaba, con solo su voz podría hacerlo caer bajo su hechizo, sin necesitar siquiera su canto. Pero era tradición para las sirenas cantar para celebrar sus logros, así, sus víctimas
no se resistían y permanecían casi intactos al terminar de alimentarse.
—¿Me amas? —le preguntó nadando a su alrededor.
—Como nunca he amado a nadie en mi vida —respondió él con un tono de voz monótono. Elody se regodeó de alegría y restregó su rostro por su pecho.
—Yo sólo quiero ser amada —y mientras lo decía, él la abrazaba. Era un rito que tenía siempre antes de comer. Le gustaba sentirse especial, deseada, especialmente, si alguien era feliz sin ella. Había algo que le impedía ver la felicidad ajena como algo bueno y a como diera lugar, ella debía ser la causa de su última sonrisa.
Y cuando los veía sonriendo, agradecía…
Por la comida.
Las uñas de Elody recorrieron la camisa con tres botones abiertos y cortó los restantes, saltando al agua y chapoteando hasta hundirse en el agua. Recorrió los pectorales y al enderezar su mano, sus uñas brillaron como bisturíes en la noche, horadando el pecho justo en el corazón, hasta arrancarlo de cuajo y quedarse con él en su mano.
Ricardo seguía de pie frente a ella. Los labios rosados ahora estaban teñidos de sangre, tambaleando por el agua.
Elody lo observó, era lindo después de todo. Y mientras se deleitaba con su belleza, le dio el primer mordisco al corazón. Luego el segundo y antes del cuarto, lo engulló completo, relamiéndose los labios con la lengua, luego, saboreó la sangre en sus dedos y sin soltar a Ricardo,
lo llevó nadando a la profundidad del mar, dejando una mancha de sangre en el camino que se iba disolviendo a medida que las olas mecían el agua. Aún así, era mucho peso y también, era demasiado grande. Elody sabía que no encajaría tan bien en su colección así, por lo que una vez más, afiló sus uñas contra la carne del cuello y despegó la cabeza de un solo manotazo. Su cuerpo y su cabello también se mancharon con sangre y resto de las vísceras que salpicaron por el desmembramiento.
Con la cabeza en sus manos, Elody delineó las mejillas y le dio un beso en los labios, relamiendo la sangre que quedaba en ellos hasta dejarlos limpios.
Luego, se hundió en el mar, nadando hacia la oscuridad más profunda, acomodando la cabeza de su ultimo amante en un estante de piedra, donde se pudrían junto a tantos otros hombres que habían cometido el pecado de hablar con ella.
Elody nadaría a su alrededor y les contaría historias de cómo se habían enamorado y cuan feliz la hacían. Hasta que tocara la próxima luna llena y saliera a enamorar a otro hombre para convertirse en una parte de ella.
¡Hola, hola, mis soñadores! ¿Cómo están? Sobre la hora, pero llego con el reto de Abracadabra de Pasión por los fanfics. El reto consistía en escribir una historia basada en uno o más elementos de los que nos proponían.
Siendo sinceros, escribí esto varias veces y llegué a más de 30k (tengo para una novelita xD), así que opté por hacer un último intento y escribir lo primero que saliera. Y acabé hablando de sirenas XD quería usar alguna leyenda argenta, pero no es que nos caractericemos por las sirenas (?).
Elegí usar: oscuridad, ritual y luna llena. Quería meter brujos, pero no se dio, será en otra oportunidad xD
Espero que les haya gustado.
¡Un abrazo!
Elody no era una sirena como las que aparecen en las historias de princesas *.*
ResponderBorrar¡Encantadísima de volver a leerte, Roxy!
Por cierto, muy chula la cabecera del blog. También tengo un crush con Gojo y Nanami de JJK ;)
Un besazo
El ambiente está muy bien construido y os adoro por ello, podía sentirme ahí ❣️
ResponderBorrarGabyJA: Me encantó. Amé muchísimo. Pienso que la temática te quedó espectacular y la historia fue maravillosa, realmente hiciste un trabajo espectacular. Lo amé. Mil gracias por deleitarnos con tu arte.
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