Soñando uno de tus sueños

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La madre que lo parió — Capítulo 1


¿Cuántas veces lo había intentado? ¿Diez? ¿Veinte? ¿Cincuenta? Ya estaba cansado de llevar la cuenta de cuantos fallos había en su historia. Algunos habían estado más cerca de la perfección que buscaba, sin embargo, sólo era eso: estaban cerca. ¿Un error a medias? ¿Un éxito a medias? Ya no le importaba.

—Ninguna mujer está a la altura de lo que yo necesito —dijo mientras veía su más reciente creación, uno de los últimos úteros malditos. Eran parte de su experimento, sin embargo, tal y como pensaba sólo era algo a medio hacer—. Quizás el problema no sea el modo, sino las personas. ¡Estoy rodeado de inútiles!

Kenjaku salió de la habitación, frustrado, con la molestia reflejándose en cada una de las arrugas de su rostro. Incluso, con sus habilidades, hasta podría haberlas hecho casi palpable.

Los pocos súbditos que vivían en la casa lo evitaban cuando se ponía de esa manera. En esta ocasión, había tomado el cuerpo de un hombre con mucho poder, no solo financiero: poder político, justo lo que necesitaba para seguir intentado poner en marcha su plan. Las conexiones eran fundamentales y Kenjaku sabia usar a los demás para su propio beneficio. Era solo darles la idea de que ellos tenían poder y conseguirían todo lo que quisieran… hasta que él lo permitiera.

Sintió que la casa lo estaba ahogando y decidió salir a dar un paseo. La noche tranquila era una buena forma de conseguir el sosiego que le hacia falta después de otra falla, pero aun no estaba derrotado, solo debía seguir investigando y rodearse de gente mas capaz.

—La hija de Yamato-san acaba de fallecer.

—¡Qué horror! Le faltaba tan poco para dar a luz a su bebé.

Escuchó al pasar a dos mujeres hablando y fue ahí cuando tuvo su gran idea. Kenjaku sonrió mientras las líneas de expresión se marcaban aun más en su rostro.

—Por supuesto, si ninguna mujer da la talla para tener a un niño, lo haré yo —dijo mientras se frotaba la barbilla con expresión de felicidad.

Sí, era lo adecuado. Siempre había confiado en seres mas débiles para hacer el trabajo que era obvio, ninguno iba a hacer bien. No, si él quería un trabajo bien hecho, tendría que hacerlo él mismo.

Esa misma noche, Kenjaku entró a la habitación donde aun yacía el cuerpo, preparado para darle sepultura al día siguiente. Cortó la cabeza y sacó el cerebro de la mujer y lo reemplazó por el propio. Pronto, cuando el ritual terminó y al fin pudo utilizar el cuerpo de la mujer, sacó el cadáver del hombre que antes fue su recipiente y lo enterró.

Esperó hasta la mañana cuando llegó alguien a la habitación para despertar de su profundo sueño.

La muerte era terrible para los humanos, había un aura sombría sobre esa palabra. Para él, era solo el inició, un divertido inicio, especialmente cuando podías sorprender a los antiguos afectos del cuerpo volviendo de la muerte.

—Buenos días, padre —dijo después de quitarse la tela que cubría su cuerpo.

El rostro del hombre se contrajo en una expresión de miedo cayendo hacia atrás hasta comprobar que era su hija o al menos, el cascarón vacío de ella.

El momento en que los muertos se levantaban solía ser uno de los que más disfrutaba de ver. Era divertido ver la cantidad de emociones que los humanos podían mostrar sólo por un cadáver que se levantaba y actuaba como el anterior dueño del cuerpo. La ventaja que tena él es que podía absorber todos los recuerdos del cuerpo anterior. Los residuos del alma siempre quedaban y solía ser más fácil interpretar el personaje. Aunque está era la primera vez que era mujer ¿Qué tan malo podría ser?

Él no tenía idea en lo que se había metido, pero pronto lo descubriría.

******

La noticia pronto se esparció. La hija de Yamato-san había resucitado gracias a los dioses. La familia no tardó en ir al templo a agradecerle por la bendición de devolverles a su hija con bien, sin embargo, el bebé no había corrido con la misma suerte.

El médico examinó el cuerpo de Rika. Su vientre abultado sólo confirmaba que había estado embarazada, pero en él, no había vida posible.

Kenjaku intentó usar sus habilidades en ella. Pensó que como el feto estaba ligado a la madre de una u otra forma podría “revivirlo” y usarlo para sus experimentos. Sin embargo, ni con todas sus ideas en práctica, pudo hacer que el corazón del niño volviera a latir.

Y sólo había una solución: una cesárea para extraerlo.

Kenjaku no sabía cuánto iba a arrepentirse por esto.

El doctor le había contado al padre lo importante que era que la operación se llevara a cabo lo antes posible. Kenjaku, ahora Rika, tenía que descansar para que pudieran extraer el cuerpo sin vida del bebé y así, darle la correspondiente sepultura.

Él, sabía que debía mostrarse triste, después de todo, era una madre que había logrado volver de la muerte, pero en el camino, no había logrado salvar al fruto de su vientre. Y era difícil considerando lo que le tocaba luego.

De por sí, ya le era difícil ponerse de pie. La barriga de embarazada era grande y a pesar de que no había vida en ella ¡Pesaba como no se imaginaba! Y los kimonos de dama eran super incomodos, especialmente, adaptados para su embarazado avanzado. Sin contar ¡Lo lejos que le quedaba el piso! Él, que siempre se había podido sentar y levantar como quería, ahora, le era difícil ponerse de pie e ir al baño sin que tuviera que llamar a alguien. Y aún así, eso no era lo más grave: ahora vendría la cirugía.

¡Bendita vida!

Esa noche no pudo cenar. La operación sería a la mañana. No podía comer, era mejor, incluso, para tener más esperanza de supervivencia, después de todo, era un procedimiento complicado. Kenjaku lo sabía, tener un niño era algo difícil, una cesárea… mucho más. La esperanza de vida de una mujer embarazada era como una especie de ruleta, a veces ni con todos los cuidados posibles llegaban a sobrevivir al parto. La posibilidad de conseguir un nuevo recipiente era demasiado alta para recién haber empezado con su propia investigación. Pero debía considerar esa posibilidad.

Se mentalizó lo mejor que pudo considerando todas las posibilidades porque era posible que tuviera que buscar otro recipiente y no tenía otro en la mira por ahora… así que sería cualquier fulano que encontrara en el camino llegado el caso.

Se acostó mirando al techo, renegando de la sequedad de su boca. También era cosa del médico, hasta la mañana sin agua. Y su cuerpo podría haber muerto, pero el ritual que usaba Kenjaku hacia funcionar el cuerpo de nuevo como si nunca hubiese dejado de hacerlo. La sangre volvía a bombear, el corazón a latir, todos los órganos volvían al funcionamiento normal. Por eso mismo, tenía esperanza con el niño ¿qué tanto podía usar su ritual desde entonces? Veía sus limitaciones y se frustraba por su falla.

—Tendré otra oportunidad —se dijo a sí mismo, aun acostumbrándose a cómo sonaba la voz aguda del recipiente. Estaba como tres octavas más altas de su antiguo recipiente y todavía, le era raro adaptar el oído a esa voz. Esta era la primera vez que poseía a una mujer y debía acostumbrarse a todo lo que significaba ser una mujer—. Quién lo diría —se rio de sí mismo ¿qué tan lejos estaba dispuesto a llegar por su curiosidad? Todo lo que hiciera falta. Era una pregunta fácil de responder realmente.

Miró la silueta a través de la puerta de papel de arroz y suspiró. Era cierto, tenía esposo en su nueva vida, un cambio que no tomó en consideración, pero que iba a servirle en su próximo paso.

Todo iba encajando en su lugar y nada se iba a desperdiciar… si sobrevivía, claro está.

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